Y… en el
campo, en las montañas donde reina la paz y el silencio,
roto en
ocasiones, por el trinar de los pájaros y en las noches el cantar de los
grillos.
Desde la
naturaleza sabia y amorosa, que hace olvidar el trasiego,
de las
ciudades, el griterío, las prisas y el estrés, que lo único que nos aporta día
a día , es el desgaste de una vida, intransigente y penosa, con la visión del
asfalto, coches y noticias, una jungla, donde el cometido es sobrevivir.
En la
montaña, una casita acogedora, sin cotilleos, sin maldades ni especulaciones,
donde el cielo parece más cerca, las estrellas más brillantes, el rumor de un
rio cristalino, parece que la luna te acunase, mientras el cantar de los
grillos una nana de esperanza cantasen.
Al amanecer,
el verdor de los arboles con sus ramas te saludan y las flores lanzan su aroma,
impregnadas de alegría y cariño, llenando los pulmones de limpio aire.
Pensar, tan
solo en lo que la naturaleza te ofrece, te regala, esa paz que enardece.
Las ganas de
no volver, nunca más a ese otro mundo, el que se denomina civilizado, al
pensamiento te viene ¡Ay! “ Civilizado” si, así fuese, no se sentiría lo que en
los campos y montañas se siente, la libertad, cual águila, pero sin alas, la
paz y la serenidad te envuelve, la calma quieta y callada, ese florecer a tanta
belleza, que abstrae de la realidad, de ese mundo, donde el afán de poder,
crece y crece.
Y es
entonces, cuando, un pensamiento de pena encoje el corazón,
a los campos
y montañas también llega la mano de ese otro mundo “civilizado” que con maldad,
talan y queman, sin más fin que la especulación, el interés, sin compasión es
el otro mundo, el que no se para ante nada, sin tener en cuenta, que terminan
con lo que fue el principio de lo que hoy llamamos “civilización” acaban con el
oxigeno puro, libertad y belleza.
¡Cuanta falta nos hace y nos hará!
¡Respetarlo,
no lo matéis, ni el sueño, ni la paz, ni tanto como nos da!
Dejar que
cante el ruiseñor, que por la mano de nuestro mundo,
“Civilizado”
no tenga que dejar de cantar…jamás.
Mª José Ferrer González.
® Reservado todos los derechos de su autor.
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