La
mañana envuelve el arrecife de tu cuerpo,
ya
el roció salpica tu rostro, con sus primeras gotas.
Se
diría que eres una diosa, ciega tu alma, ciego tu corazón,
¡Tan
bella! más la luz del día aleja esa ceguera,
la
realidad se aposenta para decir que eres una triste mortal,
qué
jugo a ser diosa, que busco el aplauso, la atención, la alabanza.
Cerré
mis ojos para estar en tus sueños, para orar a tu cuerpo,
allí
donde todo lo puedo, pero tú, ávida de clamor, te apoderaste,
de
ellos, destrozando lo más puro, lo más sublime, me invitaste,
a
soñarte, a amarte, para después negarme, y así , encumbrarte,
en
un pedestal que, con tus engaños de diosa creaste.
Ya
abrí mis ojos, sin sueños, sin amor, tú los destrozastes.
Aun
así, ¿cómo hacer para no adorarte?,
Diosa
de barro que ciega tú alma, que ciego tu corazón.
Esfinge
y sueño, realidad latente, donde el amor más puro,
ascenderá
a ser estrella, luna, cielo, corazón y alma
Tan
solo para…amarte.
Mª José Ferrer González.
® Reservado todos los derechos de su autor
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